Si algo marcó por siempre a Sinisa Mihajlovic fue la guerra étnica en la antigua Yugoslavia que, una vez finalizada, dividió esa geografía en varias naciones. De hecho, Mihajlovic nació en Vukovar (20 de febrero de 1969), espacio croata en tiempos de la Yugoslavia unificada y esa división siempre lo interpeló.

Tanto o más que el diagnóstico de leucemia que recibió el 13 de julio de 2019 y contra el que luchó hasta su último suspiro, casi una lúgubre metáfora de lo que fue como jugador: un exquisito luchador, un verdadero hacedor de ilusiones. "La esposa Arianna, con sus hijos Viktorija, Virginia, Miroslav, Dusan y Nikolas, su nieta Violante, su madre Vikyorija y su hermano Drazen, desde el dolor comunican la injusta y prematura muerte de su ejemplar esposo, padre, hijo y hermano, Sinisa Mihajlovic", informó su familia en un comunicado. "Un hombre único, un profesional extraordinario, servicial y bueno con todo el mundo, que luchó valientemente contra una enfermedad horrible. Damos las gracias a los médicos y enfermeras que le han seguido a lo largo de los años, con cariño y respeto. Sinisa siempre estará con nosotros. Vivo con todo el amor que nos dio", sigue el comunicado familiar.

Zurda implacable:

La misma enjundia y talento con el balón que plasmó adentro de las canchas, acaso, lo ayudaron a enfrentar la enfermedad. Hijo de madre croata y padre serbio, Sinisa se crió en la antigua Yugoslavia del mariscal Tito. Por eso, fue testigo de la disolución de un imperio a partir de la guerra étnica de los años ´90. Palpó todas y cada una de las atrocidades que desmoronaron una idea de país unificado. Todo eso forjó un carácter áspero y, a veces, díscolo.

Por caso, en un partido entre Lazio y Chelsea escupió varias veces al rumano Adrian Mutu. También insultó al francés de origen senegalés Patrick Vieira. Y aún más polémico, como entrenador de Serbia, sacó del equipo a Adem Ljajic, por no cantar el himno nacional. Pero lo más discutible, tal vez, haya sido cuando escribió la necrológica tras la muerte de su amigo Zeljko Raznatovic, líder de los ultras del Estrella Roja y conocido criminal serbio acusado por crímenes contra la humanidad. Tan discutible aquel obituario como haberse pronunciado sobre Ratko Mladic, general acusado de genocidio: “Un gran guerrero que lucha por su pueblo”.

A pesar de esas contradicciones, Mihajlovic supo mostrar un enorme talento para jugar al fútbol, a partir de su refinada zurda con la que brilló en Estrella Roja, Roma, Sampdoria, Lazio e Inter. Sus tiros libres eran certeras flechas que se incrustaban en las redes como un dardo contra una diana. De hecho, según el departamento de física de la Universidad de Belgrado sus disparos viajaron a 160 kilómetros por hora.

Una zurda exquisita, la de Sinisa Mihajlovic (Getty)

Una zurda exquisita, la de Sinisa Mihajlovic (Getty)

Tras su retiro como jugador, Sinisa siguió vinculado al fútbol como ayudante de campo. Primero, de Roberto Mancini en el Inter. Luego pasó por Bolonia, Catania, Fiorentina, con la Selección de Serbia, Sampdoria, Milán, Sporting Lisboa, Torino y Bolonia, su último club donde fue despedido a principios de septiembre pasado, tras no lograr triunfos en los cinco primeros partidos de la Serie A.

En Bolonia dirigió 130 partidos, con 43 ganados, 34 empatados y 53 perdidos, y allí recibió la noticia menos esperada: el diagnostico de leucemia. Tan grande fue el apoyo del plantel que los jugadores se presentaron debajo de la ventana del hospital Sant'Orsola, de Bolonia, en donde el DT se encontraba internado en pleno tratamiento, para mostrarle su incondicional apoyo. “Voy a ganar”, dijo en el momento que decidió contarle al mundo su afección. A pesar del tratamiento con fuertes sesiones de quimioterapia, siguió a cargo del club italiano y observó los entrenamientos y partidos. A través de una computadora, les daba las charlas a sus jugadores vía Zoom o Skype. Volvió a ponerse de pie y el 25 de agosto último dirigió ante el Verona. Ese día, su historia cobró dimensión global como ejemplo de lucha y perseverancia. De ganas de vivir.

A los pocos días lo despidieron por la falta de resultados positivos. Tras su salida como entrenador, Mihajlovic continuó su verdadera lucha contra un enemigo inexpugnable, lacerante e impiadoso. Hasta hace unas horas cuando se rindió. Por eso, su zurda inmortal ya no podrá patear esos tiros libres feroces. Al menos aquí, en la tierra. Tal vez sí pueda más allá y sea Diego Maradona quien lo reciba para juntos, y de zurda, seguir haciendo la mejor magia del mundo. Una divina llamada fútbol.